viernes, 7 de mayo de 2010

De la Mierda

Un amigo me indica que Juan Caballero ha promulgado una ordenanza contra el ensuciamiento de los parques y aceras por parte de los dueños de perros. En principio estoy de acuerdo en que se debería exigir un mínimo de civismo a estas personas, lo mismo que a cualquiera.

Sin embargo, el método ideado por el concejal está copiado directamente de una mala novela de la guerra fria. Pretende- parece que ya lo ha comenzado a hacer- poner en acción a un grupo de 'inspectores', espías, de paisano, pagados por todos nosotros y con la función de informar, con detallada descripción, y porlo visto anónimamente, de los dueños que no recogen las cagadas de sus animales, para que- se supone- la policía local pueda actuar.

Si alguien lo niega a posteriori es difícil qué puede hacer el Ayuntamiento para defender la sanción que pretende imponer, pero además de esta dificultad práctica hay un problema moral mucho más importante: si queremos civismo tenemos que fomentar el civismo directamente, dando la cara, desnormalizando el abandono de mierda en la vía pública. Esto es lo que hace mi amigo, y encuentra respuestas muy variadas. Si no nos atrevemos a encrepar a los que ensucian la calle no nos merecemos calles limpias, y permitir al Ayuntamiento la creación de una red de informadores secretos es limitar nuestra propia libertad de una forma cobarde y absurda.

Si a èste le parece una solución digna de un estado libre, me alegro mucho de que no sea más que un concejal de pueblo. Si llega a tener poder de verdad estamos jodidos.

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