sábado, 11 de abril de 2009

After Hours


"El Centro Comercial había quedado en penumbra, convertido en cementerio de ilusiones, imposible de concebir como fuente de juguetes o libros o productos para embellecer una casa o planear un futuro; ya no ofrecía ropa nueva ni comida fresca ni nada que tuviera colores apetecibles y alegres. Pedro no estaba atrapado exactamente; estaba allí por su propia voluntad y conocía los caminos y pasillos muy bien. Girar a la izquierda allí delante, tres esquinas y otro giro, y estaría en la pequeña zona de cafeterías con sus luces y su gente; cien metros más y cruzaría el parquecillo y estaría en su casa, pero no se podía mover. No había dicho nada a la pandilla, nada concreto. Había dejado caer un comentario sobre una sorpresa para mañana. Se había visto rompiendo un cristal y cogiendo XBox para todos, saliendo tranquilamente con la mochila a cuestas mientras se acercaba la policía, tarde y desde la otra punta. Todo lo tenía calculado. Mas el silencio le chillaba. Por todas partes oía el chirrido de sirenas y el murmullo de las amenazas de chicos mayores y procuraba recordar sobre qué se había construido el Centro. Debajo ¿había una fosa común o unas casa romanas? Se lo habían contado en el colegio y no había prestado atención. De haber sido muertos habría escuchado, ¿no? No soplaba nada de aire, y aun así se movían papeles y hojas en el suelo un poco más allá del alcance de su vista. A eso sonaba, se decía. La alarma centelleaba como un faro acusador y cada golpe de luz le empujaba más lejos hasta encontrarse delante de una pequeña librería. ¿Sus amigos darían por bueno el botín si les llevara unos cuantos libros? En ese momento comenzó un ruido tremendo de la tienda de fotografía a la vuelta de la esquina. Las piernas, que querían sacarle de allí, le fallaron y se tumbó en el suelo llorando, a la espera de que vinieran a detenerle."

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