domingo, 31 de enero de 2010

El Mayor Secreto del Mundo

... es que casi todo es posible.

El que quiera ganar más dinero, mejorar su situación laboral, perder peso, sentirse en forma, escribir una novela, ser feliz, conquistar una chica, dejar de fumar, o de beber, adquirir unos conocimientos, comprender un asunto, controlar uno u otro aspecto de su vida... no tiene más que hacerlo.

Hay límites, sin duda. La enfermedad grave, la pérdida de seres queridas, la deseperación económica, la mala suerte con el cuerpo, la mente, o la familia que nos toca, una situación realmente fuera del control de uno, nos pueden impide hacer lo que otros hacen, pero...

Estos límites rara vez están dónde creemos, sino mucho más lejos, y debemos conocerlos bien antes de lamentarnos.
No se trata de hacer lo que otros hacen, sino lo que nosotros nos proponemos.
El recurso más valioso que tenemos es nuestra propia voluntad, fuente pródiga de dinero, felicidad, libertad, respeto o lo que cada cual estime importante, y sin embargo la despreciamos.

Nuestra actitud suele ser que no podemos, que no tenemos tiempo, que nos tienen que entender, que nos tienen que dar de lo suyo, que somos así y ya está, que nos tomen a nuestra propia valoración, sin valorar a los demás.

Los que tienen éxito en lo que se proponen, sea llegar a Presidente del Gobierno, tener una empresa boyante, vender un millón de discos y salir en las revistas de cotilleo, jugar en el Madrid, ganar Gran Hermano, llegar alto en su profesión, cambiar las vidas de unas personas en alguna parte del mundo a mejor, lo han conseguido gracias a un grande y constantre esfuerzo. La recompensa no va proporcionado, no es igual para todos, y no se paga el esfuerzo y el tiempo directamente, se podría decirque no es justo, pero es lo que hay, y los que logran lo que persiguen han tenido que hacer un ejercicio de voluntad que muchos no han querido hacer.

El 99% de los gordos lo están porque prefieren ser gordos antes de hacer ejercicio y comer menos. Están gordos porque quieren. Igualmente los borrachos, los drogatas, los infelices, los insatisfechos y fracasados, los que echan pestes de algún aspecto de su vida y piden comprensión y que lo solucionen los demás; cualquier cosa menos tener que esforzarse, responsibilizarse de sí mismos, ejercitar la voluntad y ser por sí mismos lo que no se atreven ni a creer que pueden ser.

Soñar es gratis y hay muchas horas en el día. Aprovecharlas es cosa tuya. Nadie puede hacerlo por tí, ni paliar los resultados de no hacerlo. Pero tú sí que lo puedes hacer. Sorpréndete, porque la sorpresa te dejará de piedra, asombrado, incrédulo. Sin excusas, sin miedo, hazlo, y reclama lo que es tuyo. Hasta el mundo entero si quieres.

sábado, 30 de enero de 2010

De Santo Tomás

El jueves se celebró la fiesta del gran santo de Aquino. Curiosamente se celebra el día del traslado de sus restos a su sitio de su actual descanso, y no en la fecha de su muerte (su nacimiento al cielo) como es costumbre en la Iglesia. Digo celebrar, aunque los que la celebraron de alguna manera fueron los docentes y sus pupilos, y lo hicieron el viernes, ya que todas las instituciones educativas se dieron un descanso en su honor. La gente normal se habrá enterado poco, pero Santo Tomás es digno de celebración.

Es doctor de la iglesia, uno de un grupo de 36 teólogos que han definido la teología a lo largo de los siglos, cimentando lo moral y lo divino com una base filosófica rigurosa y completa. Séase o no creyente, el cerebro de la mayoría de estos personajes era muy considerable, y Santo Tomás es quizá el más dotado de todos.

Sus escritos lo demuestran, y la Summa Theologica es una obra impresionante, tal vez uno de los más grandes monumentos del pensamiento humano. La manera en la que parte de la filosofía de Aristoteles, otra de las grandes obras de la historia, para construir una filosofía moral interconexa y defendible mediante el intelecto y la razón, tratando todos los aspectos del comportamiento humano y todos los objetos de investigación y adoración que tiene la Iglesia, creando una unidad de pensamiento de total coherencia y enorme profundidad, es sencillamente extraordinaria.

Me gustan las personas inteligentes, y las celebro.

domingo, 24 de enero de 2010

De Como No Dar Marcha Atrás

Delante del gobierno civil hay una farola que parece un imán. Atrae los coches con una fuerza aparentemente irrestible. Rara es la semana que algún coche, maniobrando cerca de las escaleras, no choque con ella. Antes llevaba una pantalla de cristal, esférica, pesada, que, un segundo después del 'crunch' de parachoques contra poste, caía irremediablemente encima del coche del despistado de turno, o bien abollando el techo o bien rompiendo la luna trasera. Salía el conductor, sin saber que hacer al no poder pedir explicaciones a un pirulo, y es un sitio muy público para marcharse sin más. Además está la cuestión de su seguro. Todo esto pasa por su cara en unos segundos hasta que el guardia civil en la puerta se apiade de él y avisa a la policía local.

A los dos días llegaban unos empleados del Ayuntamiento para aderezar en lo posible (cada vez más difícil) la farola y colocar una nueva bombilla y otra pantalla, y a esperar al siguiente.

Hace más de un año que ya no le ponen ni bombilla ni pantalla. Se habrán quedado sin ellas. Los golpes continúan, sin embargo. Y ahora han cambiado la acera, y han puesto palmeras y nuevas farolas, altas, esqueléticas. Se han llevado las antiguas, salvo esta, quizá por ser invisible tambien para ellos, quizá por llevar señalización y no saber dónde colocarla.

En todo caso allí sigue, permanentemenet torcida, oscura, sin cabeza, atrayendo a los coches con la misma fuerza que siempre. Dos esta semana. Ahora los daños son menores, no hay nada que caiga encima del coche. Sólo es un roce, y la cara del conductor no tiene la misma gracia. En fin, todo se acaba.

sábado, 23 de enero de 2010

El Rata

"Una vez fue humano, y ahora era dueño de unos metros cuadrados de un túnel bajo las calles de Londres. Era suyo porque no lo quería nadie. La estación más cercana había cerrado antes de que naciera y años después habían sellado el túnel para que no se inundara. El sellado falló, pero el agua no quiso entrar y se convirtió en el refugio de uno que no podía tener otra cosa. Su vida, que antes había carecido de propósito, se llenó de la preocupación de defender su casa de los que se la querían quitar. No sabía quienes eran, ni porque la iban a querer, pero temía, y desesperaba, y pasaba gran parte de su vida escuchando.

El que escuchaba no tenía nombre, si por eso se entiende identidad. Él no pensaba en qué era, y los demás no lo veían nunca. No se escondía exactamente, pero su casa, lo que había convertido en casa, estaba tan oscura y apartada que era rarísimo que nadie penetrase hasta allí.

...

No sabía donde estaba, no era capaz de ubicar su mundo en el mundo de los demás que una vez había conocido. No sabía que la calle donde vivía, bajo la que vivía, se llamaba Curtis Grove, ni que la estación que la había servido setenta años antes era un restaurante indio de cierto renombre. Salía de madrugada a recoger y guardar las sobras que tiraban cada noche en un callejón oscuro, sin saber que compartía mantel con actores y periodistas y políticos, y mucha gente más anónima pero muy variada, y de saberlo no habría comprendido la importancia ni del hecho ni de la gente.

...

Cuando encontraba botellas- no siempre las tiraban allí,-juntaba las gotas restantes de todas en una de ellas y así se daba el gusto de un trago de vino o coñac para calentar sus entrañas. Agua se filtraba constantemente por el techo del túnel y sabía donde ponerse para recoger un hilo amargo con la lengua. La sed le atormentaba siempre, y el agua no la aliviaba, así que sólo bebía cuando se le ocurrió hacerlo, como una rata en su jaula.

Escuchaba porque había qué oír. A la oscuridad no la acompañaba el silencio.

Muchos de los sonidos le eran familiares- le acompañaban casi siempre, eran la banda sonora de su existencia, de su paso por el mundo que no se podía llamar vida, si vivir es ser consciente de lo que es y lo que puede ser, sentir lo bueno y lo malo, aspirar a más, soñar y reír, tener ganas espontáneas de conocer lo que se percibe y experimenta. Nada de esto ocurría en la cabeza ni el corazón del hombre. Sólo existía.

No le gustaban los ruidos, por muy familiares que fueran, y por mucho que conociera su procedencia y supiera que no representaba ningún peligro. No razonaba y todo lo que existía, dentro y fuera de sí, le afectaba y por eso le daba miedo. Sin control alguno sobre el mundo, ni siquiera sobre la pequeña parte que le dejaban habitar porque no la quería nadie, ni siquiera, ni siquiera sobre su propio cuerpo o su propia mente, todo lo que hacía el mundo podía suponerle algún peligro. Sólo la oscuridad y el silencio le tranquilizaban, porque no eran nada.

Sonaba constantemente el correteo de las ratas y las cucarachas, el mordisquear de innumerables criaturas pequeñas que vivían como él, cubiertas de inmundicia y nutriéndose de los despojos que rechazaban los que viven por derecho propio. Como estas, no analizaba su existencia, la aceptaba porque era así. No se planteaba otra cosa, y no se planteaba el no existir. Si su existencia parecía no merecer la pena, es poco probable que fuera capaz de concebir y contemplar su propia mortalidad. El miedo que sentía, un pavor constante, tenía que ver con su ser, no su posible no-ser.

No sentía ningún tipo de compañerismo con las criaturas que compartían su mundo, no eran amigos para él. En sí no eran enemigos tampoco, pero cuando se movían él no sabía qué pretendían, qué le podían hacer si quisieran. Estaban, y no le gustaba.

El agua que le sostenía llegaba filtrada por la roca que le protegía; buscaba grietas y se colaba por ellas, siguiendo unas normas consagradas por ser más viejas que el mundo, y tronaba su gotear e insidiaba su fluir. Caía sobre el duro suelo y las zonas de telas y trapos y basura y comida podrida que aún no se habían llevado las ratas. Y penetraba eternamente en el oído del hombre y le angustiaba.

Cuando caminaba las botas que llevaban media vida en sus pies hacían ruidos sordos que como todo retumbaban en el túnel, y que no podía acallar. Procuraba moverse con cuidado y pisar con suavidad pero le molestaba y decepcionaba siempre la agresión sensoria que tenía que sufrir al desplazarse. Lo hacía con una torpeza que le llevaba a rastrear las suelas contra el cemento y chocar con las puntas con todo lo que había cerca de su camino. Nunca sabía dónde estaba nada, dónde había dejado la comida, los trapos, los trastos y demás objetos que bajaba a su guarida, por dónde quedaban los otros túneles, dónde estaba el borde del andén, el límite de su mundo, qué había en los viejos raíles, donde no bajaba nunca. No sabía que las vías ya no estaban, que se arrancaron para las fábricas de armas durante la guerra, pero apenas era consciente de qué había sido el lugar que era su casa y no se imaginaba raíles, sólo sabía que existía un borde y que se podía caer. Tropezaba con todo, se daba golpes en la cabeza y se los volvía a dar porque no se acordaba de dónde se había dado, encontraba cosas que creía perdidas y se olvidaba al momento de dónde estaban y hasta de que una vez las había tenido. Localizaba el agua por el toc, toc, del goteo, o por sentir su humedad. Lo único que situaba siempre era la salida a la calle, que quedó grabada en su mermada memoria por una rareza de esas que gasta la mente humana.

...

No buscaba paz exactamente, a pesar de ser consciente de que no la tenía. No era capaz de imaginar que las cosas fueran de otra manera, sólo sabía que no le gustaba como eran. No le gustaba casi nada de las circunstancias de su existencia, pero había perdido la facultad de aspirar; sólo sabía sufrir.

Habituado a todo, lo aceptaba todo, su único placer el sentirse dueño de su porción de túnel.

Y se lo querían arrebatar. Estaba convencido de esto por el tren que a veces pasaba, veloz y ruidoso, llenando el túnel de luces que le desorientaban y corrientes que levantaban todos los restos de vida que tenía a su lado y los hacían saltar y girar, hasta que el trepidante claqueteo se perdía a la vuelta de la lejana curva. Pasaba el tren, a veces cada muchos días, a veces cada pocos, a cualquier hora, normalmente cuando tenía gran deseo de refugiarse en el sueño y no podía, y la ansiedad se apoderaba de él más fuerte. Nunca paraba, y en el andén no lo esperaba nadie, pero lo interpretaba como señal de que no le concedían título pleno sobre su casa; el tren pasaba para advertirle que aún podían hacerlo si querían.

Era siempre el mismo tren; siempre de seis vagones, con una pintada, más bien un garabato grande, en el lateral del segundo que le recordaba, no sabía por qué, los rasgos de la cara de su madre, que sólo tenía existencia ya en la mente de su hijo, y sólo en aquellos instantes. Las luces del quinto vagón estaban fundidas, a pesar de lo cual viajaba en él siempre un hombre gris de mediana edad, que observaba ansioso las puertas como si temiera que entrara otro. El maquinista llevaba una gorra bordado en oro como un capitán de marina, y era gordo y no sonreía.

Todo estos detalles divisaba el hombre al pasar el tren, lo veía todo con claridad y nunca cambiaba nada. Y en el cuarto vagón el mismo hombre estrangulaba eternamente a la misma mujer, contemplado por dos chicas jóvenes cuyas caras registraban algo entre horror y placer. Le desconcertaban más las expresiones de las chicas que la suerte de la mujer; sentía que el horror era para él, y el goce para el acto que presenciaban. Cuando el tren se alejaba tomando la curva se oía siempre el mismo grito, alto, roto, lleno de terror, y no sabía si una de las chicas reaccionaba al crimen o si la mujer se había librado momentáneamente de las manos que la sujetaban..."

sábado, 16 de enero de 2010

Presidencia Española

¿Qué podemos esperar de la presidencia española de la Unión Europea? Mi instinto es responder 'no mucho'. El recien estrenado presidente del consejo europeo querrá que se note su existencia (lo tiene difícil), y Barroso, el presidente de la comisión, querrá que no le hagan sombra, y se le da bien. La cara de la presidencia española será Rodríguez Zapatero, un hombre con mala imagen y poco crédito en el mundo, que no le toma en serio. Es difícil entender como un hombre que tienen poca autoridad en su propio país y es jefe de gobierno sólo en nombre, y que preside una economía en peor estado que la mayoría de los paises de la UE, puede guiar a la Unión para que salga de la crisis. Seguramente no puede. Su intención, de todas formas, es construir una narrativa de éxito, más que hacer algo constructivo.

Todo es imagen, todo son fiestas, reuniones y gastar nuestro dinero, sin que sirva de nada. En junio veremos lo que ha hecho Zapatero, pero no soy el único que cree que no está a la altura.

(La mayoría de estos enlaces están en inglés, y sí, he sido algo selectivo).

EU Observer

EURActiv

ABC

NY Times

Le Monde

Times (Londres)

Financial Times

Washington Post

Economist

sábado, 9 de enero de 2010

La Copa de África- ¿Ya te has Pronunciado?

¿Deberían suspender la Copa de África despues del ataque al equipo de Togo? Muchos dicen que sí, desde la ignorancia y la soberbia, generalmente. Los que conocen la situación dicen que no. Ojalá no se equivoquen.

Digo tambien que no, en primer lugar porque no es asunto nuestro. Los que quieren mandar a la Federación Africana la suspensión del torneo lo hacen porque para ellos es un gesto simbólico que no les cuesta nada, y se quedan con la conciencia tranquila. Pero ¿verdaderamente se puede suspender porque sí un evento de esta magunitud, que representa las ilusiones de millones de personas, el medio de vida de decenas de miles, y una inversión enorme por parte de las Federaciónes Angoleña y Africana, y probablemente el gobierno, que no puede permitirse dar por perdido? (Llámenme sucio capitalista, pero el dinero sí importa, y el que dice que no es porque nunca ha pasado hambre).

Hay muchos precedentes de amenazas, de ataques y de muertes en eventos de esta escala, y no se han suspendido. Dicen que es un hecho aislado- terrible, pero que no tiene porque repetirse. Esperemos que sea verdad. El torneo puede ser un desastre para Angola y para el fútbol africano, puede ser un éxito comercial, deportivo, político o social, puede unir y fortalecer un país que vive una paz todavía muy frágil despues de décadas de gentuzas varias disputándose el poder sobre los cadávares de sus paisanos que sólo querían que les dejaran en paz, puede ser un monumento a las victimas de este crimen, puede ser aún- Dios no lo quiera- un baño de sangre.

A pesar de todo, llamar desde aquí para la cancelación, pretender decretar una acción (total, no va con nosotros, sólo son africanos, que sean nuestra conciencia) sin pensar en nada de esto es un imperialismo moral inaceptable, y una muestra profunda de estupidez. Que tomen las decisiones los que son responables de hacerlo, con pleno conocimiento de causa. Y ojalá acierten.