martes, 14 de septiembre de 2010

De Huelgas y Complejos de Estrella

Me pregunto cómo responderá la gente a las amenazas de los jefes de los sindicatos de soltar a sus esbirros y provocar desordenes públicos si el gobierno no extorsiona más dinero a los que trabajamos de verdad para seguir pagando a los funcionarios que sobran, y si no sigue esclerotizando la economía y el mercado laboral dificultando el despido.

Ciertamente es cómodo y grato saber que tu sueldo no puede peligrar por un simple capricho de tu jefe o del mercado en el que se mueve tu empresa, y esto es igual para todos, incluidos los que cobran un sueldo del contribuyente por hacer bastante mal algo innecesario; a todos nos preocupa no poder pagar las facturas o cuidar de nuestra familia. Pero la seguridad en el empleo ralentiza el crecimiento de la productividad y la economía en general, y aumenta el desempleo. Hay que buscar un equilibrio. Hay mucho desacuerdo sobre dónde debería estar ese punto de equilibio- mucho depende de cómo se gana la vida uno- pero es seguro que, cuando las circunstancias cambian tan dramaticamente como han cambiado en los últimos dos años, ese punto puede cambiar.

Las últimas huelgas promovidas por esta gente (que gana muy bien y trabaja menos que nadie) fracasaron. Como su función es hacer algo, lo que sea, para que los que les paguen el sueldo crean que avanzan su causa, hacen lo más visible, lo de siempre- salen en la tele y fomentan la violencia.

Eso de salir en la tele es importante, porque, además del dinero, lo que les gusta a estos jefecillos es que se les haga caso. Hace años, tal vez cerca de veinte años, que no son importantes, que no se codean con los gobernantes, que la prensa no les toma en serio, que el público en general no conoce sus nombres, y esto les sienta muy mal. Su respuesta es lo de siempre, una llamada a la violencia, de la que tiene directamente la culpa, y de la que no se responibilizarán para nada.

Y no servirá para nada, por supuesto. El gobierno hará lo que ya había propuesto, o habrá negociaciones secretas al margen de la huelga- intercambios ocultos de promesas y amenazas que seguramente ya han ocurrido- y los jefecillos harán el paripé, saldrán en la tele diciendo machadas y seguirán cobrando, los trabajadores que les pagan se imaginarán que esto les beneficia y la economía y sus consecuencias sociales seguirán su curso.

En Ciudad Real nos solemos liberar de los gamberros sindicales más extremos, pero las ciudades grandes sufrirán, y por nada.

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