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Un propósito del Tratado de Lisboa, supuestamente, según la propaganda que llevan años lanzándonos, era de paliar un poco el enorme déficit democrático en la UE y de acercar a las instituciones a los ciudadanos. En cuanto logrtaron aprobar el Tratado, mediante engaños, sobornos, tratando tres rechazos en plebescito como si no hubiesen pasado, y negando a los demás paises hasta la apariencia de particpación en el proceso, se olvidaron de esos propósitos y volvieron a lo de siempre- repartir el poder, sin elecciones por supuesto, entre amiguetes corruptos o fracasados a los que se les debe un favor.
El presidente puede ser un ex-ministro Belga, o un Latvio anónimo. No será ni Tony Blair ni nadie conocido, porque todos tienen enemigos y llamarán la atención sobre el puesto. Lo que está muy claro es que ninguno de los ocupantes va a glorificar la posición, ni va a tener peso ni presencia en Washington, Pekín, Londres, y probablemente tampoco en Bruselas.
La falta de interés de los medios y de la gente, los nombramientos a dedo, la falta de consideración de los intereses y deseos de los ciudadanos, la ausencia de toda democracia, el fracaso que inevitablemente supondrá para las intenciones declaradas de Bruselas; todo esto es normal, estamos acostumbrados. Pero me sorprende- o quizá no- que la prensa no denuncie la situación con la fuerza que reserva para los penaltis en contra del Madrid y los comentarios 'desafortunados' que creen interpretar en la palabras de un politiquillo que les cae mal, o Dios nos libre, una supuesta crítica lanzada contra un 'compañero.' La prensa como siempre va a lo suyo, que es vender periódicos o anuncios, y sentirse importante. El ciudadano de a pie les importa tanto o menos como a los políticos.
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