Si te suena la Cueva de Montesinos, es que conoces bien el Quijote, o has estado en las Lagunas de Ruidera. La Cueva, donde el Caballero vive una mística noche de sueños, espíritus, visiones y vaticinios, que luego confesó era todo fruto de su imaginación, es real, conocido de Cervantes, y tiene una leyenda más antigua que el propio Quijote. Merlín supuestamente encantó la cueva y vivió allí, echando a una bruja que anteriormente la había utilizado. En esta cueva Durandarte entregó su corazón, para que le fuera arrancado y enviado a su amada.
Es una sima cárstica que baja hasta el nivel de las lagunas, en el fondo está el agua de La San Pedra. Pero el agua es lo de menos. La cueva se puede ver, pero la historia de la cueva se lee en el Quijote, y se escucha en boca de José, que lleva 30 años enseñándola, como antes lo hacía su padre.
Ninguna de estas fuentes es muy de fiar, dado que la descripción de Cervantes no se corresponde con la realidad, la del Caballero es pura fantasía, y la de José es el resultado de observar con detenimiento las rocas y la bóveda a lo largo de muchos años, y buscar conexiones entre el dibujo de los minerales y puntos de la novela, mezclado con un conocimiento imperfecto de la geología y la historia del sitio. Merece la pena oír la narrativa que construye, contada con paciencia, entusiasmo, y amor por un agujero oscuro y húmedo, pero que vibra a través de los siglos, no tanto por lo que es, sino por lo que otros han visto en él.
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