martes, 1 de diciembre de 2009

¿Qué deben aprender los niños?

¿Qué deberían aprender los niños, en qué debería consistir la educación?

La respuesta depende en gran medida del propósito que se le atribuye a la educación. Los gobiernos creen que ese porpósito es meter en las cabezas de los jovenes las opiniones y ortodoxias que estén de moda, privarles de las herramientas necesarias para que piensen por sí mismos, y prepararles para el papel que el estado decide que deben tener en la sociedad. He comentado en otros artículos que el estado debería limitar su función a financiar una buena educación para aquellos que, de otra forma, no la podrían obtener. El educar en sí, deberían dejarselo a otros.

La educación debe preocuparse del individuo, no con la construcción de cierto modelo de sociedad. Así, los niños tienen que aprender muchas cosas, comprender por qué son como son, cómo sabemos que son así, y el contexto más amplio en el que estos hechos son importantes y su relación con otras cosas. Una generación de jovenes a los que se les ha permitido aprender a pensar, entender el mundo que les rodea, y desarrollar un profundo deseo de ser más de lo que son y un claro sentido de como llevarlo a cabo no sólo tendría muchas más posibilidades de tener éxito, y de estar satisfechos y contentos, sino que también sería mucho más probable que creasen en su entorno una sociedad más rica, más sana y más estable (aunque no fuera la sociedad que nuestros políticos creen que deberían crear).

Sugiero, pues, que habrían de aprender, como comienzo, lo siguiente (y por aprender quiero decir que se les ayude a entender, no que se les dé una serie de sermones):

- Que el mundo puede ser duro, y que su vida será en gran medida lo que ellos hacen de ella. Tienen que saber eso y saber también cómo hacer que sea lo que quieren.

- Matemáticas: en su aspecto de aritmética- entender los números- para manejarse en la vida diaria, cualquiera que sea la vida diaria que se planteen; el análisis estadístico, dado que mucho que se nos presenta de una manera, en realidad no es como parece, y el valor de saber evaluar los números que nos presentan políticos, activistas, periodistas, empresas, anuncios y científicos es enorme, y evita muchos engaños; la geometría, la mecánica, el algebra, el análisis, hasta dónde se pueda llegar, no sólo por lo que aportan en sí sino también porque las matematicas enseñan unas herramientas de pensamiento analítico que son únicas.

- La lengua y literatura españolas, para obtener y procesar información con facilidad, formular y expresar ideas muy variadas y de gran complejidad. Y, por supuesto, para disfrutar de lo que otros han pensado y creado.

- La historia/geografía/biología/física/química, con el propósito explícito de adquirir conocimientos, y comprender cómo es el mundo en el que viven.

- La filosofía, no como la historia de las ideas, ni mucho menos como 'ética' o guía moral, sino para entender los procesos de raciocinio que han derivado en estas ideas. Es otro sistema de pensamiento, que les ayuda a darse cuenta de cuando se les quiere engañar, o cuando se engañan a sí mismos y creen algo que puede no ser cierto.

- Fontanería, instalación eléctrica y albañilería porque son muy útiles, se ahorra mucho dinero y ayudan a comprender de forma práctica otro aspecto del mundo.

- Deporte, tanto de equipo como individual, porque si no aprenden lo que es la salud, el bienestar y la disciplina, e incluso más importante, los beneficios prácticos de estas cosas, nunca las querrán tener ni tendrán la fuerza de voluntad para conseguir lo que desean.

Esto es, como he dicho, un punto de partida. Los niños malgastan años de su vida en el colegio. Si ese tiempo se aprovechara adecuadamente, in unas pocas horas al día podrían estar, con unos 15 años, mucho mejor preparados para la vida- su propia vida- que el 99% de lo que sale de nuestros colegios hoy. Y no como máquinas, destinados a hacer lo que el estado quiere de ellos, sino contentos, confiados, productivos, preparados para enfrentarse al mundo y ganar. El resto, naturalmente, depende de ellos.

Sería importante dejar el engaño de la enseñanza obligatoria. Pretender obligar a personas que no quieren estar allí a presentarse a clase de vez en cuando no les sirve para nada, más que para tacharles de delincuentes antes de tiempo, desperdiciar muchos recursos, perder el tiempo de los que sí quieren aprovechar la oportunidad de aprender y prepararse, y gastar de forma permanente las energías y el entusiasmo de los profesores que podrían haberles ayudado. Es cierto que echar, o prescindir de los que no quieren estar o sólo vienen a enredar puede crear otro tipo de problema social, pero en ese caso lo que hay que hacer es abordar el nuevo problema cuando suriere, no defender la actual postura, que pretende que estropear las oportunidades educativas de todos los demás jovenes representa una solción aceptable.

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