‘Bigthan y Teresh han muerto,’ anunció el cronista, más que nada porque se aburría. En un pequeño bar del centro, tipo cueva, donde se reunían mucho porque se comía bien, no se hablaba de nada en particular. El cotilleo no estaba al nivel habitual y la gente no tenía la chispa de siempre para la frase graciosa, la anécdota, el puyazo. Hay noches así.
‘Bigthan y Teresh han muerto.’
‘Pué, tienen un monumento en
‘¡Qué monumento ni que leches! Estás pensando en otras personas, Flor. Ni sabes quienes son’ ‘Claro que lo sé, Salva, ¿te crees que no prestaba atención en clase? Bueno, no mucha, pero eso se me quedó grabado. Nos llevaron a verlo y tó.’
‘Y, ¿Quiénes eran, entonces? ¿De qué habla éste?’
‘Pero, bueno. ¿Están muertos o no?’ ‘Que síi. Lo que no sabemos es quiénes son y de qué han muerto y eso.’
‘No recuerdo a nadie que intentase matar a Fernando,’ observó
‘Seguro que un montón de gente. Pero estos eran moros, y después de echar a los demás moros, se convirtieron, y luego Fernando quiso también echar a los judíos. ¿Estamos?’
Resultó que estaban. Por lo menos seguían la historia, aunque alguno no parecía muy convencido.
‘Pué estos dos se opusieron a matar a los judíos e iban a matar al rey para que no matara a los judíos.’
‘Y ¿por qué les importaban los judíos?’
‘Porque eran médicos o filósofos o algo así. La política no iba con ellos. Y había una chica por medio, una joven judía, y los dos estaban enamorados de ella. Se llamaba… no me acuerdo…’ ‘¿Esther?’ dijo el cronista sotto voce. ‘No, no creo que se llamara así, pero bueno, el caso es que había una chica judía y estos dos moros que ya no eran moros querían evitar que le mataran a ella y a los demás judíos.’
‘Ya. Un lío de faldas. Ahora está más claro. Para eso no hace falta ser filósofo.’ ‘Ilde, es que no comprendes. Su amor era de un grado superior, espiiriituaal, filosofal.’
‘Un poco tonto, no, o ¿pretendía salvarse haciéndole la pelota a Fernando? Y ¿a dónde fue para hablar con él? ¿A Toledo? Mucho viaje para que no te dejen entrar o te tomen por loco. No sé yo.’ Ildefonso aún no había atraído la atención del camarero y no participaba del todo en el espíritu del relato.
‘Con un mensaje secreto a uno de la guardia real que era amigo suyo o algo así. Si no es tan difícil. Si dices que quieren matar al Rey te harán caso. Sobre todo el mismo Rey. Y no sabía que quería expulsar a los judíos, claro, sólo que un par de moros le querían matar a él. Y tampoco sabía que su sobrina-lo-que-sea estaba liada con los dos.’
‘Vamos, un desastre,’ sentenció María Salvadora, que aprovechó para llamar al camarero con una voz que atravesó el bar de lado a lado, abriéndose paso entre la gente, más que a codazos, a espadazos. Camareros en los cuatro bares más cercanos comenzaron mecánicamente a poner cañas.
...
En fin, siguió
‘Vale, Flor, pero, ¿no los echó igualmente?’
‘Nunca he visto nada y paso por allí un montón de veces.’ ‘Te lo acabas de inventar.’ ‘Te han engañado.’ ‘Que no hay monumento en esa plaza, coño, que allí entramos con
‘En
Y así es. La cuento novelada, y mi narradora no tiene bien todos los detalles, pero la historia pasó de esta manera, y el monumento está allí, tallado en una piedra del firme de la Plaza de Santiago.
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