lunes, 28 de diciembre de 2009

Bigthan y Teresh han muerto

Una historia desconocida del pasado de Ciudad Real:

‘Bigthan y Teresh han muerto,’ anunció el cronista, más que nada porque se aburría. En un pequeño bar del centro, tipo cueva, donde se reunían mucho porque se comía bien, no se hablaba de nada en particular. El cotilleo no estaba al nivel habitual y la gente no tenía la chispa de siempre para la frase graciosa, la anécdota, el puyazo. Hay noches así.

...

‘Bigthan y Teresh han muerto.’

‘Anda la leche,’ comentó María Salvadora

‘¿Y eso es bueno o malo?’ preguntó la Pócimas.

‘Ya que me estaba recuperando de lo de Elvis…’ dijo Ildefonso con aire distraído, mirando hacia la esquina donde el barman se entretenía cortando jamón que nadie había pedido.

‘¿Quiénes eran éeesos?’ se podía contar con la Prudencia para tomar la frase en serio. También sentía aburrimiento y buscaba estímulo.

‘Pué, tienen un monumento en la Plaza de Santiago.’ Con la Flor no se contaba en este tipo de conversación, ya que apreciaciones irrelevantes y despistadas no solían aportar mucho, por muy graciosas que resultaban. El cronista se quedó muy sorprendido, y en esto no estaba solo.

‘¡Qué monumento ni que leches! Estás pensando en otras personas, Flor. Ni sabes quienes son’ ‘Claro que lo sé, Salva, ¿te crees que no prestaba atención en clase? Bueno, no mucha, pero eso se me quedó grabado. Nos llevaron a verlo y tó.’

‘Y, ¿Quiénes eran, entonces? ¿De qué habla éste?’

‘Pero, bueno. ¿Están muertos o no?’ ‘Que síi. Lo que no sabemos es quiénes son y de qué han muerto y eso.’

La Flor continuó su narrativa, inventándose los detalles que no le venían directamente a la memoria. ‘Mira, eran dos que querían matar a Fernando de Aragón, y les pillaron y les colgaron.’

‘No recuerdo a nadie que intentase matar a Fernando,’ observó la Prudencia, que sabía bastante de la época. Le estaba costando situarse.

‘Seguro que un montón de gente. Pero estos eran moros, y después de echar a los demás moros, se convirtieron, y luego Fernando quiso también echar a los judíos. ¿Estamos?’

Resultó que estaban. Por lo menos seguían la historia, aunque alguno no parecía muy convencido.

‘Pué estos dos se opusieron a matar a los judíos e iban a matar al rey para que no matara a los judíos.’

‘Y ¿por qué les importaban los judíos?’ la Prudencia se dejó llevar por su sentido de la lógica.

‘Porque eran médicos o filósofos o algo así. La política no iba con ellos. Y había una chica por medio, una joven judía, y los dos estaban enamorados de ella. Se llamaba… no me acuerdo…’ ‘¿Esther?’ dijo el cronista sotto voce. ‘No, no creo que se llamara así, pero bueno, el caso es que había una chica judía y estos dos moros que ya no eran moros querían evitar que le mataran a ella y a los demás judíos.’

‘Ya. Un lío de faldas. Ahora está más claro. Para eso no hace falta ser filósofo.’ ‘Ilde, es que no comprendes. Su amor era de un grado superior, espiiriituaal, filosofal.’ La Flor movía sus manos lentamente delante de su pecho como si acariciara una bola de cristal. ‘Tenía pUrEzA y vERdAd dramÁtica. Era otra cosa, vamos. Así que lo que pasó es que estaban en esto, confabulando como locos contra la vida del Rey, y resulta que el padre de la chica que era realmente su tío, se enteró de la historia, y se chivó al Rey.’

‘Un poco tonto, no, o ¿pretendía salvarse haciéndole la pelota a Fernando? Y ¿a dónde fue para hablar con él? ¿A Toledo? Mucho viaje para que no te dejen entrar o te tomen por loco. No sé yo.’ Ildefonso aún no había atraído la atención del camarero y no participaba del todo en el espíritu del relato.

‘Con un mensaje secreto a uno de la guardia real que era amigo suyo o algo así. Si no es tan difícil. Si dices que quieren matar al Rey te harán caso. Sobre todo el mismo Rey. Y no sabía que quería expulsar a los judíos, claro, sólo que un par de moros le querían matar a él. Y tampoco sabía que su sobrina-lo-que-sea estaba liada con los dos.’

‘Vamos, un desastre,’ sentenció María Salvadora, que aprovechó para llamar al camarero con una voz que atravesó el bar de lado a lado, abriéndose paso entre la gente, más que a codazos, a espadazos. Camareros en los cuatro bares más cercanos comenzaron mecánicamente a poner cañas.

...

En fin, siguió la Flor hablando. ‘Habían hecho un patíbulo muy grande con una horca muy alta para colgar a los judíos, bueno no a todos, a unos cuantos de los líderes para que los demás se asustasen y se largaran…’ ‘¿Dónde?’ ‘En la Plaza Mayor, ¿Dónde va a ser? Y el tonto del tío va y dice al Rey, que te van a matar Majestad, y le dice el Rey, quíen, y le dice el tío, pué estos dos y los cogió y los colgó en el patíbulo que era para los judíos. Y cuando supo que el tío era judío y los otros eran moros revenidos dijo vale, ya no mata a los judíos.’

‘Vale, Flor, pero, ¿no los echó igualmente?’ La Prudencia con el dato histórico. ‘Ah, ¿sí? Yo creía que eso era después. Bueno, así me lo contaron y en la vieja zona judía les han puesto un monumento.’

‘Nunca he visto nada y paso por allí un montón de veces.’ ‘Te lo acabas de inventar.’ ‘Te han engañado.’ ‘Que no hay monumento en esa plaza, coño, que allí entramos con la Virgen en Semana Santa y no nos estorba nada.’ El cronista también quiso saber dónde estaba escondido tal monumento, del que no tenía noticia.

‘En la Plaza de Santiago, en la pared en frente de la iglesia, en la casa, en una piedra o una tablilla o algo, lo pone.’

Y así es. La cuento novelada, y mi narradora no tiene bien todos los detalles, pero la historia pasó de esta manera, y el monumento está allí, tallado en una piedra del firme de la Plaza de Santiago.

No hay comentarios:

Publicar un comentario