viernes, 2 de abril de 2010

Semana Santa

En estas fechas la ciudad se ha transformado de nuevo. Está siempre cambiando, en respuesta al tiempo, el ánimo de la gente, las fiestas o celebraciones del momento, y esta semana coincide el buen tiempo con unos días de descanso y con las procesiones. La gente está en la calle, de compras, de cañas, de misa, de paseo, jugando con los niños en el parque, hablando con amigos en cualquier murete o terraza. Y ven las procesiones.

El ambiente que rodea las procesiones es muy llamativo. La gente llena las aceras y espera mucho tiempo para ver pasar una imagen y unos penitentes. ¿Qué les impulsa a hacerlo? No es, creo, un impulso religioso (como tampoco es la fe la principal motivación de los penitentes y costaleros), pero es mucho más que curiosidad. Se contemplan las procesiones de Semana Santa con una actitud muy diferente a la que se observa en carnaval o ante otos desfiles y festejos callejeros. Se está consciente de lo profundo de la tradición, de la fuerza de voluntad de los que portan o acompañan el paso, y de presenciar un acontecimiento con un significado cultural muy profundo, del que forman parte los espectadores, por cierto, y también de gran importancia e interés inmediatos.

La gente no va para cumplir con alguna obligación, sino porque quiere verlo y estar allí. Los jovenes y los adolescentes, y siempre hay muchos, acuden para ver el espectáculo, pero respetan y valoran los diferentes papels de los participantes, sus pies responden al ritmo y la música de las bandas, se callan mientrás se cantan las saetas, no por bien cantadas, que muchas no lo son, sino porque reconocen el amor con el se canta. Son instintos, cosas que se sienten de verdad. No son fingidas.

He visto, a las dos de la mañana, a centenares de personas, posiblemente miles, contemplando en silencio como unos costañeros agotados devuelven a la Virgen a la Catedral, de espaldas y de rodillas. Están porque quieren estar, porque les merece la pena estar. Hacemos muchas cosas sin saber por qué, por obligación o porque nos parece que deberíamos, pero esto no es así. La gente tiene otros motivos, y lo da un ambiente distinto, y de gran fuerza.

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