Pregunté el otro día por qué no se cuestiona en este país el monopolio que se ha adjudicado el gobierno sobre la educación de nuestros hijos. Hasta tal punto llega el deseo de controlar cada detalle de la formación de los niños que personas influyentes en el sistema educativo pueden decir estupideces como las siguientes (el artículo completo está aquí):
"Se trata de que coincidan edades distintas, culturas diferentes, gente con discapacidad, de otros países..., eso sólo lo puede dar la escuela", dice Miguel Recio, ex miembro del Consejo Escolar del Estado.
¿Cree este sujeto que pagamos elevados impuestos, condenamos a los jovenes a desperdiciar la mitad de su juventud y aguantamos la propaganda con la que los gobiernos pretenden llenar sus cabezas y la incompetencia e ineficacia de los profesores que intentan ponerlo en práctica, simplemente para que los niños se mezclen con inmigrantes y lisiados? ¿No se ha dado cuenta, además, en su amplia experiencia, que el mundillo que se vive en un colegio es mucho más homogéneo y cerrado que lo que puede experimentar el niño en otras áreas de su vida? ¿Que, aunque la educación estatal tuviese de verdad el disparatado propósito que le quiere atribuir, no serviría para nada? ¿Este hombre se escucha a sí mismo cuando abre la boca, o le gusta tanto tener plataforma que suelta cualquier estupidez que se le pasa por la cabeza?
Vd. es tonto, Sr. Recio. No tiene nada que ofrecer a los jovenes de este país.
"La institución escolar contribuye a que los estudiantes aprendan a vivir juntos, a respetarse, a ser solidarios, a construir sus propios valores mediante la reflexión y el encuentro con los valores de los otros. La educación en casa tiene el serio riesgo de perder esa posibilidad enriquecedora", dice Álvaro Marchesi, catedrático de Psicología Evolutiva y Educación y ex secretario de Estado (en el último gobierno de Felipe González, cuando se estaba desarrollando la LOGSE).
¿Por qué se imagina que esto es así? ¿Qué le hace pensar que un niño educado en casa no tiene vida social, no alterna con todo tipo de personas, no hace deporte en equipo, ni lee, ni piensa, ni observa, ni convive, ni respeta, ni es solidario, ni relexiona? ¿Por qué cree que ésta es la función de la institución escolar? ¿Quizá porque defender el sistema es un reflejo que ha dejado hace mucho de analizar.
"No es lo mismo saber que saber enseñar, ningún padre tiene derecho a dar una asignatura de manera parcial a su hijo", comenta Arturo Canalda, Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.
Vd. es imbécil, totalitario e ignorante. A ver si me entiende Vd., Sr. Canalda. Un padre tiene pleno derecho a intentar transmitir los principios y valores que le parezcan oportunos, a comentar los contenidos de una materia como más le plazca, y a tener y expresar los juicios y las opiniones que le salen de los santísimos cojones, y quien le pretende arrebatar ese derecho es un necio y un tirano. Es el gobierno que tiene que guardarse mucho de ser parcial en la presentación de las materias, pero, por supuesto, no reconoce esta responsabilidad.
(En cuanto a lo primero, dado que la formación no busca crear buenos profesores, ni el sistema de oposiciones identificarles, saber enseñar es algo que unos aprenden con la experiencia, y otros nunca. Esa experiencia se puede adquirir en casa con los propios hijos igual que en otro ambiente educativo.)
La única función de los colegios es ofrecer una educación básica y eficaz, en las materias necesarias para tener oportunidades en la vida, a aquellos niños (y son muchos) cuyas familias no se lo pueden dar, por los motivos que sean. No tiene otra. Es cierto que la vida escolar puede ser grata y enriquecedora, y que un buen profesor puede infundir un interés y una ilusión que van mucho más allá del dominio de unos conocimientos, pero es un añadido, no la razón de ser del colegio, y dicha experiencia puede igualmente ser muy negativa, profundamente perjudicial, hecho que ninguno de estos abanderados quiere admitir.
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