Volviendo mentalmente a La Alcarria, donde estuve físicamente hace pocos días, recuerdo las colmenas, la mayoría caseras, hechas de troncos, de tuberías, de botes y barriles, puestos en sitios algo protegidos de los cerros. Recuerdo los enebros que ofrecían sus bayas al transeunte sin advertir que aquella variedad es venenosa. Recuerdo un sol espléndido y vistas grandiosas y verdes, de colores más vivos que los que habitualmente vemos aquí. Y recuerdo las Tetas de Viana.
Dichas Tetas son dos montículos que suben hasta los 1000 metros, consistentes en laderas que suben para juntarse en dos 'plateaux', formaciones cársticas de unos 20 metros de grosor, unos 300m cuadrados de superficie, accesibles mediante una subida muy comprometida en un caso, y necesitando equipos especiales y un buen par en el otro.
Subimos al pezón de la Teta mayor, a 1133m, y contemplamos las vistas de Viana y La Puerta, de Trillo, de Azañón y Gargoles, de la central nuclear con sus plumas de humo marcando sombras alargadas en los copos de los arboles. Parajes verdes, casas perdidas en la Sierra, el curso del Solana visible donde se mete entre montes por los chopos? que lo bordean, y las curvas del Tajo a las que delata el fango; todo se revela desde allí arriba. Dicen que los Moros hicieron un castillo, pero sólo quedan los restos de un aljibe. Dicen tambien que aun pastan ovejas, subiendolas en cestas y dejándoles todo el invierno para buscarse la vida. Hay hierba, y no se pueden ir sin depeñarse.
jueves, 15 de octubre de 2009
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