Los que nos gusta disfrutar del campo, y dar paseos largos, sea a pie, en bicicleta o a caballo, agradecemos el aumento de calidad del firme y de derecho de acceso que supuso la creación de las Rutas del Quijote. Pocos han pensado que para darles esos caminos a unos, ha habido que quitarselos a otros.
Es cierto que eran, en general, caminos públicos de alguna clase antes de incorporarles a esta red y darles un nombre colectivo, pero el propietario de los terrenos por los que pasan (personas normales que intentan ganarse la vida, ya que los auténticos terratenientes son pocos) tienen que sufrir el ensanche del camino, robándoles un metro de tierra en toda su longitud, la invasión de maquinaría y trabajadores que eso supone, el gran aumento de transeuntes pasando por su tierra e incluso su casa, perjudicando su seguridad, dañando los cultivos y la caza, exigiendo un elevado gasto en guardería, dejando basura a su paso, la pérdida de derechos sobre lo suyo, todo sin indemnización alguna, y todo, no nos engañemos, para que el alcaldito de turno se saque la foto con Barreda, presumiendo de lo generoso que es con la propiedad de los demás.
Soy caminante; para mí pocos placeres son comparables con pasear por el campo, pero estoy dispuesto a limitarme a lo mío, a sitios dónde tengo permiso libremente dado, y caminos dónde existe un derecho de paso histórico por razones ajenas a la política. No necesito, y no pido, que ningún poiliticucho robe o incordie a otros para darme ese placer.
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